Que la publicidad emocional se impone a la racional
es de sobra conocido. Las grandes marcas apuestan por empatizar con su target,
por crear una conexión que va más allá de la mera transacción económica, por
construir un vínculo o forjar una relación a largo plazo.
La ensoñación ha dejado paso a la humanización. Los
mensajes emotivos calan más en un consumidor mermado anímicamente por el
contexto económico y social actual.
La espectacularidad, las superproducciones y el
glamour han sido relegados por historias cercanas y reales. Os pongo un ejemplo.
Coca Cola vende fantasía, se relaciona con la felicidad y con la explosión de
color e ilusión pero seguro que recordáis su anuncio Encuentros emitido en
televisión en 2009. En él se encontraba el hombre más viejo de España (Josep
Mascaró con 102 años) con un recién nacido (Aitana).
A través de un discurso emotivo, el longevo
protagonista nos encogió el corazón: “Muchos te dirán a quién se le ocurre
llegar en los tiempos que corren, que hay crisis, que no se puede. Esto te
hará fuerte, yo he vivido momentos peores que éste, pero al final de lo único
que te vas a acordar es de las cosas buenas. No te entretengas en tonterías,
que las hay, y vete a buscar lo que te haga feliz que el tiempo corre muy
deprisa”.
Anuncio Encuentros Coca Cola 2009
Sin embargo, se puede apelar a la emoción desde
diferentes puntos de vista. Generando sentimientos positivos o negativos, de
aceptación o de rechazo. Hay historias tiernas como la que hemos comentado
anteriormente, pero también las hay que muestran la cruda realidad. Éstas las
encontramos especialmente en campañas de sensibilización como la que os
mostramos a continuación en el reciente spot de Save The Children UK.
Campaña Save The Children UK
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